sábado, 3 de febrero de 2007

Antes de irme a soñar


No sé por donde empezar. Quizás por el miedo a enfrentarme con el papel en blanco, o con la pantalla en blanco en este caso. Quisiera ser capaz de expresar en palabras (en pequeñas luces negras sobre pequeños puntitos blancos que se convierten después en pequeñas luces blancas sobre pequeños puntitos negros) algo, al menos algo, de lo que pasa dentro de mí. Quisiera vomitar y quedarme vacío, quisiera limpiar y quedarme brilloso. Y hoy, dos de Febrero, puedo decir que me he limpiado bastante, que estoy más limpio que cuando empecé la bitácora hace casi seis meses. Quisiera llegar a ti, a ti que me escuchas (que no sólo me lees sino que me escuchas) y poderte transmitir algo, al menos algo, de lo que pienso, de lo que sufro, de lo que deseo. Y en esta soledad de la pantalla en blanco, en este silencio de la noche en negro, mis dedos se mueven dirigidos por hilos invisibles (invisibles y quizás inservibles), sí, mi mente da vueltas en círculos concéntricos pero mis dedos giran en espiral buscando un centro, un centro quizás inexistente, quizás idealizado, quizás olvidado, quizás inalcanzable, quizás imaginado, quizás posible, quizás legible, quizás inentendible, quizás anhelado, quizás indeseado. Algo que sólo imaginé, que soñé en la soledad de sólo imaginar, en la soledad de solo (sin acento) soñar.

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